La cruzada de los Templarios Negros, que ya dura diez mil años, ha visto como sus guerreros se involucraban en algunos de los conflictos más trascendentales que han estado a punto de hundir el imperio. Sus grandes mariscales han seguido el ejemplo de su fundador, Sigismund, y han desplazado la lucha a los reinos alienígenas, heréticos y hechicerescos. Los Templarios Negros son cruzados, guerreros santos que combaten para extender la verdad y la luz del Emperador por los planetas de la galaxia que aún no han sido conquistados. Su deber es convertir a la masas mediante la espada del Maestro de la humanidad y destruir a aquellos que se niegan a agradecer su llegada. Cada cruzada está dirigida por la voluntad del mariscal al mando y es el Gran Mariscal de los Templarios Negros quien asigna los destinos, donde estos deberán cumplir su misión: limpiar las estrellas.
378.M36. Las guerras de la apostasía.
Cuando el orate, Alto Señor del Administratum, Goge Vandire, se autoproclamó a un tiempo Eclesiarca y Alto Señor del Administratum, dio comienzo a su reinado de la sangre, un aterrador periodo en el que millones de inocentes murieron en los fuegos de su megalomaniaca paranoia. La represión violenta y las muertes sin sentido fueron las antepuertas de su reinado hasta que un hombre sagrado llamado Sebastian Thor reclutó a aquellos que todavía tenían fe para combatir a Vandire. Durante este periodo los Templarios Negros apenas se habían preocupado por los asuntos del Imperio. Pero cuando las flotas cruzadas regresaron al Segmentum Solar y descubrieron que las fortalezas de su capítulo habían sido destruidas mediante bombardeos orbitales, la traición de Vandire resultó evidente. El Gran Mariscal Sigenandus declaró una cruzada contra Vandire y, junto a su capítulo progenitor los Puños Imperiales, otros dos capítulos de marines espaciales (los Halcones Llameantes y Los Bebedores de Almas) y la tecnoguardia marciana, los Templarios Negros bajaron a la propia Terra a combatir.
Durante meses la fuerza combinada asedió el palacio de la Eclesiarquía sin éxito hasta que el Paladín del Emperador Navarre asaltó las murallas con la poca esperanza que le restaba y consiguió abrir una brecha en ellas. El combate se recrudeció y, cuando el estandarte de la compañía cayó, Navarre lo recogió del suelo, lo levantó por encima de su cabeza y portó el icono sagrado a través de la brecha hasta alcanzar la victoria. Después de la batalla, Lazerian, señor del capítulo de los Puños Imperiales, honró a Navarre con el título de Capitán del Estandarte en reconocimiento a su ejemplar valentía. Tras hacerse con el control de las murallas exteriores, las fuerzas leales al emperador lucharon por entrar en el palacio, algo que no había sucedido desde los días de la Herejía de Horus.
El asedio acabó con la muerte de Vandire a manos de Alicia Dominica, líder de las Consortes del Emperador., las guardaespaldas personales del alto señor, que ahsta ese momento no se habían dado cuenta de las mentiras de Vandire.
Ahora que Vandire estaba muerto y Sebatian Thor había sido elegido como nuevo Eclesiarca, Sigenandus se llevó a sus guerreros del Segmentum Solar para seguir persiguiendo a los enemigos del Emperador. Aunque la muerte de Vandire acabó con el reinado de la sangre, la Era de la Apostasía seguiría viva durante siglos y Sigenandus se pasaría el resto de su vida dando caza a los que habían perdido la fe en el Emperador.
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